El bulo de que el futbolín sea el invento de un gallego

A Alexandre Campos Ramírez, alias “Finisterre”, (Finisterre 1919 – Zamora 2007) se le atribuye en la Wikipedia (español), en la Federación Española de Futbolín y en el mismísimo Google la invención del futbolín o, en su defecto, del futbolín “español”.  Si hasta un italiano, Alessio Spataro, publicó un comic sobre Finisterre y lo llamó “Futbolín”, el grupo gallego “Os Diplomáticos de Montealto” le dedicó una canción y un mallorquín hizo un documental ¿Cómo vamos a dudar de que un gallego de 17 años inventara el futbolín en un hospital? Porque no somos tan crédulos como algunos periodistas, sabemos que la industria del recreativo no es de aficionados y también porque nos encanta investigar y documentar la industria del recreativo.

He intentado indagar en la biografía de este señor, pero hay muchas versiones. Yo creo que tantas como entrevistas le hicieron. Hechos ciertos son que parece ser que su padre era ingeniero, delegado de la Compañía Marconi, que tenía muchos hermanos y que su familia tenía una zapatería en A Coruña. Parece ser que tuvo una pubertad complicada y su propio padre le denunció con 15 años por robo de una pulsera. Al ‘hijo modelo’ se le envió a Madrid a continuar interno sus estudios (aunque él decía que le abandonaron o en otras ocasiones que era tan buen estudiante que le enviaron a Madrid a estudiar bachiller) aunque no podía pagarlos porque su familia se arruinó (o eso decía) y se tuvo que poner a trabajar de albañil y era él el que mandaba dinero a su familia (en otra entrevista confesaba que sableaba a otros escritores a cambio de poemas).

Allí le pilló la Guerra Civil española y fue herido en un bombardeo en 1936 con 17 años. Acabó en un hospital en Cataluña donde dice entonces inventar el futbolín con unas maderas que había comprado o distraído (más tarde diría que era con unas barras de acero) y con ayuda de un carpintero que le torneó los jugadores con madera de boj. Dice patentarlo (no hay registro en la oficina de patentes española a pesar de que hay patentes mucho más antiguas) y luego perder la documentación durante una dura travesía al exilio a Francia en 1937 como si fuera Marco con su mono Amedio cruzando los Andes… Aquí se vuelven las cosas aún más confusas pues parece que va ¿exiliado? a Italia, acaba sus estudios Filosofía y Letras y ¿Artes Gráficas? y todo eso en 2 años, porque solo acabar la guerra en 1939 vuelve a España donde le “arrestan” y le alistan en el ejército español donde hace una ‘mili’ de 4 años. En el 43 sale del ejército, en otras ocasiones dice que se fuga, y le da tiempo a bailar muñeiras, hacer de editor, dar conferencias, entrevistas en la radio y patentar varias cosas. 

Hay 4 patentes a nombre de Alejandro Campos Ramírez en la oficina de patentes española, tres de 1946 y una de 1958 y son: un pasahojas de partituras de piano que se manejaba con los pies ES0012583 (16.04.1946), una cabeza de muñeca automática  ES0012646  (16.04.1946), un juego de mesa que podría ser algo parecido al “Hundir la flota” que decía que también lo había inventado él ES0012937 (01.06.1946) y, finalmente, en 1958 vuelve a patentar su versión de Hundir la Flota ES0067112 U (16.08.1958). En el caso del este juego no hay discusión posible, cuando Finisterre lo “inventó” el juego llevaba en el mercado 15 años, pues se empezó a vender en EEUU en 1931 por la Milton Bradley Company.

En 1946 vuelve  a Francia donde dice ver futbolines en los bares por primera vez y que consigue que una empresa francesa le pague royalties por su desaparecida patente. En otras entrevistas dice que fue un compañero del hospital el que lo patenta por su cuenta y es él  el que compensa económicamente cuando le reclama. En 1947 se va a Ecuador, y luego a Guatemala, donde funda una empresa maderera con sus hermanos. A partir de ahí ya he desistido de leer, que la vida es muy corta (la mía) y los folletines se me hacen siempre largos a partir de la 4ª temporada, así por encima:  secuestros aéreos, Panamá, México, jugar al futbolín con Che Guevara, amante de Frida Kahlo y de varios empresarios, bailarín, editor, poeta, etc.

Durante la llamada Transición Española (la llegada de la democracia) se le perdonan todos los cargos por la amnistía general (dice que algo tenía pendiente por editar un libro prohibido) y vuelve a España. Hasta ese momento era conocido como un poeta y editor de poetas y recibe varios reconocimientos hasta que en una entrevista sobre los años 90 dice ser el inventor del futbolín como quien dice que inventó las pipas con sal… y resulta que todo el mundo le cree, o al menos quiere creerle.

A ver, que yo soy muy de Nadal, Iniesta, Fernando Alonso y la tortilla de patatas, la caña con las gambas del aperitivo del domingo y la siesta de verano con el ciclismo en la tele de fondo, que soy manchego y medio aragonés y medio madrileño, y que me quejo de la Selección del fútbol como el mejor de los españoles, pero hay cosas que no me trago sin pruebas. Y si hablamos de pruebas, probado queda que hay juguetes parecidos al futbolín desde el siglo XIX, prácticamente aparecieron a la par que cuando se inventó el fútbol moderno también en el siglo XIX. De hecho, mucho antes de que naciera Alexandre Finisterre se vendían ya en España y eran tan populares que posiblemente un niño de clase media gallego jugara alguna vez con ellos.

Futbolines de juguete que fabricaba y comercializaba Casa Escardíbul en los años 20.

Es hasta bochornoso, porque cada país tiene su propio Finisterre que decía ser el inventor del futbolín. Parece ser que la primera patente encontrada es americana, de 1901, pero nadie se cree que los norteamericanos, con su poca tradición futbolera, inventaran el futbolín… de hecho todo apunta a Francia o Alemania a finales del siglo XIX. Pero en Inglaterra se lo otorgan a E.J. Lawrence que lo patentó en 1913 o a Harold Thornton que patentó su primer futbolín en 1921, los franceses dice que fue Lucien Rosengart que trabajaba en la Citroën, los suizos juran que fue invención de Knicker que tuvo su propia fábrica, los belgas aseguran que el futbolín es tan belga como las patatas fritas con mayonesa y que lo inventó G. Staav. Y seguro que los alemanes tienen su propia historia.

Cuando quedó claro que el futbolín no lo había inventado un español, Finisterre dijo que lo que él había inventado es el llamado futbolín “español”. Y es que, aunque conceptualmente es el mismo juego, en España hay una versión de futbolín que no se da en el resto del mundo. De hecho, por raro que parezca, hay una federación internacional de fútbol de mesa y no reconoce al modelo español como un futbolín homologado en competiciones. Y este futbolín es tan raro, que no solo se juega en España, es que solo se juega en una parte de España (norte, Aragón, Cataluña, Baleares y Levante), en el resto se juega con el futbolín internacional, el homologado. ¿Y qué diferencias tiene? Pues muy pocas, en concreto una.

El futbolín es una mesa de juego de ciertas medidas, más o menos  parecidas, con dos porterías, 8 barras metálicas (4 para cada jugador) donde van ‘pinchados’ los 11 jugadores. Cada barra va insertada en las paredes del terreno de juego y tiene unos topes para que no puedan ser extraídas, pero si tenga algo de juego. También tienen una empuñadura (4 en cada lado) para que el jugador pueda deslizar la barra. En una de las barras va insertado el portero y en las otras tres el resto de los jugadores y diferentes combinaciones, 1-2-5-3 o 1-3-3-4 suelen ser las alineaciones más habituales. Los modelos homologados por la federación internacional son: Bonzini de Babyfoot (Francia), el Tornado de Valley Dynamo (USA), Roberto Sport (Italia), Garlando (Italia) y el Tecball de Fußball (Alemania). Aunque parece que la Federación Española podía proponer un modelo fabricado en España, decidió no hacerlo. ¿Y por qué? Porque supongo que eso habría desencadenado una segunda Guerra Civil, porque en este país propones una discusión, pintas una línea y los españoles nos dividimos en dos bandos.

Los 5 modelos homologados para competiciones internacionales

En España se fabrican ambos tipos de futbolines. Uno, el llamado internacional, donde los jugadores son de plástico o madera y son ‘cojos’, tienen una sola pierna, o sea tiene una sola superficie con la que golpear la bola (también suelen ser mancos, pero eso no afecta al juego).

Jugadores de una sola pierna y sin brazos, dan un poco de penita.

En el otro modelo, mal llamado “Español” (españoles son todos) los jugadores son de aluminio y tienen dos piernas y hasta dos brazos.

Varios modelos de jugadores de dos piernas, el 1º por la izquierda es el habitual del modelo Córdoba.

Este modelo “Español” se le conoce más por modelo Catalán o modelo Córdoba, que viene a ser más o menos lo mismo porque con Córdoba no se refiere a la ciudad sino a la empresa Billares Córdoba, que era una empresa catalana. También en algunos sitios se le conoce como modelo Valencia.

Tuve la oportunidad de hablar con José Oriol Escardíbul Miró, último descendiente de la estirpe Escardíbul que fundaron, en 1840, y trabajaron en la Casa Escardíbul o Billares Escardíbul también en Barcelona y que aún fabrica billares y futbolines, aunque ya no pertenece a la familia después de que cinco generaciones de Escardíbul trabajaran en ella. Estamos hablando de la tienda/fábrica de aparatos recreativos más antigua del España, especializados en billares y futbolines también han fabricado pinballs y otras máquinas recreativas.  En la conversación con José Oriol,  me dijo que empezaron a fabricar futbolines en los años 20, pero que no tuvieron mucho éxito y lo dejaron temporalmente. Realmente estos futbolines que se fabricaban eran prácticamente juguetes y no eran propiamente máquinas recreativas accionadas por monedas. En los años 50 volvieron a la carga viendo lo bien que les iba a sus vecinos de Billares Córdoba, fabricaron un modelo muy parecido.

Arturo Justo Garamundí fue una institución en la industria del recreativo (del automático se decía entonces) en España. Era un empresario con una gran visión que en una visita a Francia vio por primera vez un futbolín en un bar y pensó que eso triunfaría en España. Importó unos cuantos, probablemente de estraperlo, porque era el año 1950 y las importaciones estaban muy limitadas. De alguna forma consiguió la patente y, sobre todo, una autorización de la Dirección General de Seguridad para la fabricación, venta y explotación de futbolines firmada en  noviembre de 1950. Esto no era baladí, pues la II República en 1936 había prohibido las máquinas recreativas accionadas por monedas y no quedaba claro que entraba y que no en esta ley, que el gobierno franquista no había derogado. Contaba Arturo Justo que aquellas primeras máquinas francesas no tuvieron mucho éxito, pero, junto con un socio francés, decidió darles una vuelta y hacerlas más grandes, pesadas y ruidosas porque creía que eso a los chavales les encantaría. Y dio en el clavo y tuvo mucho éxito y a los bares les gustó tanto que quitaban las grandes mesas de billar para poner dos futbolines que atraían a más gente.  Pero a pesar de que tenía un producto de éxito y patentado, cuando un nuevo protagonista apareció en escena, el pinball, Arturo Justo pensó que sustituiría al futbolín y decidió pasarse al bando ganador para montar su propia fábrica de pinballs: “SALOR”.

La patente 24661 que Arturo Justo vendió a Billares Córdoba.
La autorización de la Dirección General de Seguridad.

Aunque se equivocó un poco porque el pinball y el futbolín convivieron muchísimos años y, de hecho, hoy en día hay en explotación más futbolines que pinballs, en aquel momento no fue un mal negocio vender su patente a Billares Córdoba para montar su fábrica de pinballs. La verdad es que no tuvo un éxito excesivo, pero Arturo Justo era un gran empresario y terminó montando Miky S.A. una de las mayores comercializadoras de máquinas recreativas que ha habido en este país y que le ha sobrevivido.

Billares Córdoba, que estaba situada en Barcelona, fue fundada por Antonio Córdoba López (1901-1987) en 1925 para la fabricación de mesas de billar, cerró en 2015. Fabricaba sobre todo billares pero también futbolines en los años 40 aunque con poco éxito hasta que le compró un modelo patentado a Arturo Justo.

Anuncio en La Vanguardia de 24 junio 1951 de un futbolín de juguete.

Su patente es la 24661 (ES0024661) de 16.11.1950 y en muchas de las placas que podemos encontrar en los futbolines antiguos de Billares Córdoba aparece con la marca : Justo-Córdoba y con la fecha de noviembre de 1950 de la aprobación de la Dirección General de Seguridad, en otras ocasiones también aparecía el número de patente 24661.

Este futbolín es de una morfología muy característica pues no tiene 4 patas como es habitual sino una gran y pesada peana que le da una estabilidad y resistencia que no tiene ningún otro futbolín, esta peana es heredara del modelo francés. Hechos de madera, generalmente de haya, van barnizados en un rojo muy característico que ha sido copiado hasta la saciedad convirtiendo el futbolín de Billares Córdoba en el modelo Córdoba de otros fabricantes. Sus medidas eran: 165 x 140 x 100 y pesaba 130 kgs.

Como los de Billares Córdoba eran muy buenos ebanistas acostumbrados a fabricar deslumbrantes mesas de billar hechas para durar 100 años, no iban a ser menos con sus futbolines y estaban perfectamente ensamblados. Hoy mismo se considera que un futbolín de Billares Córdoba de cualquier época se le lija, se le da una mano de barniz y se le cambia la pizarra del campo de juego, barras y jugadores y tienes un futbolín como nuevo.

Los de Casa Escardíbul también tiene muy buena fama, también están muy bien hechos porque también eran grandes ebanistas, pero cuando empezaron en los años 50 hicieron un modelo llamado Chamartín 1955 demasiado parecido al modelo de Córdoba. Quizás hubo alguna discusión o se decidieron por ser más originales y posteriormente pasaron a hacer dos modelos, el Taunus con dos gigantescas patas que podía competir de tú a tú con el Córdoba y el modelo Standard de 4 patas mucho más ligero y económico. Estamos hablado que el modelo Taurus en el año 64 valía 16.000 pesetas por las 12.500 que valía el modelo Standard. Eso nos da también una idea de ‘pobre’ negocio que representaba una máquina de futbolín, pues a peseta por la partida se podían tardar varios años en amortizarlos. Aunque en comparación con otras máquinas recreativas era más resistente, consumo y mantenimiento prácticamente cero y atraía mucha gente a los bares que consumían. Finalmente, el modelo Córdoba se impuso al modelo Escardíbul y actualmente Casa Escardíbul fabrica solo el modelo Córdoba con peana.

Como vemos, en esencia, el futbolín español es el mismo juego que el futbolín internacional con la única diferencia de los jugadores de dos piernas que facilitan mucho el control de la bola. Y estos muñequitos no los inventó Arturo Justo, ni Billares Córdoba, ni Casa Escardíbul ni, mucho menos, un poeta gallego.

El inventor, oficialmente, de los jugadores de metal y de dos piernas es el catalán José María Figueras Jaumandreu que la patentó junto con otros inventos como el bolas reforzadas, campos de juego ondulados (para que la pelota nunca se parara) y que defendía a muerte su patente demandando al resto de fabricantes que lo usaban. No queda claro, pero parece que estos futbolines eran, de nuevo, juegos de salón, no máquinas accionadas por monedas. En cualquier caso tanto Billares Córdoba como Billares Escardíbul optaron por este tipo de jugador de metal y de dos piernas que le daban mayor dureza, rapidez y, me voy a posicionar, mucha más clase y jugabilidad que los futbolines de ‘cojos’.

Diseño del jugador de dos piernas de catalán José María Figueras Jaumandreu

Pero no solo Figueras, Justo, Córdoba y los Escardíbul fabricaban futbolines en España, han habido cientos de fabricantes aunque muy pocos han perdurado en el tiempo y en los recuerdos.

Probablemente otro de los más famosos, recordados y reputados fabricantes de futbolines eran los de Futbolines Val fundada por Victorio Val  en 1947 en Zaragoza y que hoy en día sigue fabricando futbolines de una calidad increíble y de forma artesanal. También se dedican al modelo de jugadores de dos piernas y os aconsejo ver el precioso video que tiene en su página web contando la historia de su fábrica y como hace una de sus mesas.

Otro fabricante legendario es Sánchez Sierra, empresa familiar fundada en Málaga en 1966 que empezaron fabricando futbolines. Hoy en día fabrican varios tipos de máquinas recreativas, entre ellas, obviamente futbolines, tanto internacionales como ‘españoles’. Venden también los futbolines de RS, desconozco si los fabrican ellos o solo los comercializan.

RS BARCELONA ha aparecido últimamente en los medios porque uno de sus futbolines se ha expuesto en el MOMA de Nueva York. Que conste que hace unos futbolines muy bonitos (tengo que pasar un día por su tienda para probarlos), pero el que han puesto en el MOMA es el que menos me gusta. Fabrican modelos catalanes e internacionales y muy personalizables y, como curiosidad, sus jugadores ‘internacionales’ tiene brazos y son de aluminio.

Otro de los grandes son Billares SAM fundada en 1985 en Álava y fabrica básicamente el modelo catalán. Tienen varios modelos entre los que destaca su modelo Arena que con sus leds, marcadores electrónicos, efectos, sonidos y campo de juego es la envida del Bernabéu.

Y podría seguir hasta el infinito e incluso podríamos plantearnos hacer una base de datos de futbolines made in spain, pero sería muy complicado porque pocos ponían su marca. Algunos que no quiero dejar de mencionar son Pool España S.L, los gallegos de Recreativos Presas y, por poner alguno de Levante donde hay muchos, los valencianos Duguespi y Futbolines Alicante.

En resumen, en España hay mucha tradición de futbolín, no podía ser menos con la cantidad de bares que hay y lo que nos gusta el futbol, y tenemos nuestro propio modelo nacional basado en jugadores de metal de dos piernas que, en mi opinión, es mejor que el internacional. Pero en cualquier caso los españoles no inventamos el futbolín solo lo adaptamos a nuestro estilo brutote,  haciéndolos más grandes, pesados y resistentes.

Y sobre quien inventó el jugador de dos piernas, lo siento porque parecía una historia muy romántica y llena de orgullo patrio, pero yo estoy seguro que no fue un aprendiz de poeta gallego de 17 años convaleciente de una bomba nazi ayudado por un carpintero, que fue alguien que ya fabricaba futbolines y que estaba harto de reparar jugadores de madera que se rompían con facilidad y se decidió por encargar a un matricero hacer moldes para fabricarlos en metal y que esta persona probablemente fuera José María Figueras Jaumandreu.

Es cierto que en muchos medios, tertulias de radio o federaciones de futbolín dicen que un español llamado Finesterre inventó el futbolín, pero cualquiera que investigue esto con cierta distancia se da cuenta que es una bola, y no de futbolín sino  de proporciones bíblicas, la que se han tragado. Si hasta Alessio Spataro, cuando publicó su comic Futbolín lo subtituló “Como Alejandro Finisterre no inventó el juego que unió a Europa”.  En cualquier caso, no os apostéis ni una copa a que el futbolín es un invento español, porque se pilla antes a un mentiroso que a un jugador de futbolín cojo.

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